Moranguinho
Su casa no es de cemento, ni ladrillos, ni azulejos, las paredes de la casa de Moranguinho son de barquillo, se utilizó crema para unirlas y virutas de chocolate para reforzarlas. El tejado de la casita es de galletas María doradas al sol y cuando nieva caen copos de nata semifría. En lo alto de la casa, Moranguinho tiene una pequeña chimenea de canela por donde sale el humo mentolado cada vez que prepara te.
El suelo de la casita es de gominolas de colores, rosas, verdes, amarillas y naranjas y las puertas son de láminas tarta de manzana.
Dentro de la casa tampoco encontramos muebles de madera, fríos y sin sabor, la mesa es una cupcake de fresa con una guinda en lo alto en forma de florero y las sillas son bizcochitos de tarta sacher. Cuando la pequeña se acuesta en la cama siempre se cubre con su mantita de caramelo trenzado y cuando se da una ducha usa el nuevo gel de pistaccio que le regaló su primita Fragolina.
En la nevera de Moranguinho, que no es otra cosa que un gran tiramisú, nunca faltan fresas, naranjas, helados de chocolate y turrón, tartas de queso, natillas, arroz con leche o mermelada de arándanos.
Cada día al despertarse Moranguinho se pone manos a la obra y empieza a producir tartas, pastelitos, magdalenas, ensaimadas o rosquillas, bombones, caramelos, golosinas y a veces, los días de fiesta elabora riquísimas empanadas, que con mucho gusto empaqueta y manda a Galicia y al extranjero.
Entrar en su casa o pasear por su jardín, lleno de flores de azúcar coloreado o riachuelos de coulis de fresa, limón o frambuesa es como cerrar los ojos y al abrirlos encontrarse en el paraíso de los aromas, del culto al paladar y de los golosos.
Dulces besos…
(las imágenes de alimentos y la casita son de internet)